martes, 7 de agosto de 2007

Ropa vieja.


Caían despacio las ropas viejas, las medias agujereadas del fondo del cajón y los pantalones desgastados de color amarillo, rojo y azul, todo iba a parar la bolsa negra y de ahí a la calle o quizás a un destino servil como eventual franela o trapo de piso. Así se comportaba Claudia cuando la vida le presentaba dificultades serias y entonces la limpieza se tornaba como algo necesario para espantar de su alma, todo lo que le estorbaba en el camino.
Con estas bases tan personales aquel par de medias se convertía en la vecina de al lado con su olor a pis de gato y la manía de no saludar a menos que nesecitara algún favor, la remera rosa desteñida con la foto de Mafalda era inamovible y pase lo que pase se quedaba acobachada en el fondo con el resto de las otras remeras, porque a pesar de su estado calamitoso le traía buenos recuerdos. Distinta seria la suerte de aquel pantalón amarillo que no podía evitar evocarle la forma en la que ese tipo no la volvió a llamar después de que las cosas parecían marchar bastante bien entre ellos.

- A este lo voy a usar como trapo de piso en la puerta de la habitación- planeo mentalmente mientras acomodaba el resto de la ropa en un costado.

Liberarse de todo aquello le servía para volver a entablar una nueva relación con el mundo, replantearse cosas y obtener respuestas nuevas de aquel trance en el que se sumergía. Una limpieza totalmente liberadora de cuerpo y mente. Pero ojo que también aprovechaba y revisaba sus ropas preferidas inventando frente al espejo desfiles, mirándose cada rincón de su cuerpo, asumiendo kilos de mas y repasándose los defectos con los ojos una y otra vez, sin parar, desde todo ángulo que le fuera posible.
Al final del ritual la bolsa negra repleta de trapos todavía sin cerrar la miraba de lejos como un cadáver al que están por desechar, tan llena y tan recostada en un rincón de la habitación. A decir verdad a ella siempre le gusto pensar que lo que había adentro eran los restos de la vieja Claudia, algo así como los descuartizados pedazos de aquel cuerpo deteriorado e inerte que ella con esmero y paciencia se encargo de juntar, y que juntos representaban lo que alguna vez fue y ya no era.
Después de un rato largo daba por terminada la ceremonia ya mas aliviada y con el espíritu renovado, dejando lo mejor para el final, gozando en secreto al tirar aquel inventado cadáver a la calle y abandonando lo peor de su pasado que ya pronto descansaría definitivamente en paz en el basurero municipal…