lunes, 6 de agosto de 2007

Aquel pueblo.

Cansado de tanto trabajo, de tanta frialdad soñaba despierto aguardando que las horas, ya en cuenta regresiva, vinieran a traerle nuevas vacaciones capaces de devolverle ese aire nuevo a los días. Viajaría temprano para llegar con el calor de la mañana a Portugal, tierra en la cual sus ancestros sembraron los cimientos de un pueblo nuevo alejado de las malas noticias, los autos caros y los desastres discontinuos.
La sola idea de llegar lo mantenían en desvelo, poco a poco aumentaban gradualmente sus deseos de visitar la casa de sus bisabuelos, de tocar la tierra que sembraron y los caminos que recorrieron, y de permanecer un instante rodeado de todos sus secretos sin decir palabra alguna, dejándose llenar por lo que fue su historia.
Lápiz en mano tomo nota de cada rincón del camino mientras viajaba en el autobús al hotel, anotando impresiones, causas y efectos, probables emociones y algún que otro dibujo bizarro de una mujer con los pechos enormes y el ombligo salido para afuera, a la cual bautizo como Amelia, que en aquella ocasión lo acompañaría a tal importante ceremonia.
Salio del hotel casi sin recorrerlo, la camioneta lo esperaba dentro de dos horas pero él se adelanto al lugar de encuentro así en cuanto llegara su contacto podría viajar deprisa y darle mucho mas rápido sentido al viaje. La camioneta se retraso un poco, pero la ilusión de verla llegar pudo más entonces no le importo demasiado.
Según el mapa el pueblo quedaba a unos pocos kilómetros con la frontera de España, el conductor de la camioneta se ofreció a llevarlo a un hotel pero con una elegante excusa él prefirió caminar solo por aquellos paramos apenas llegados al lugar. Camino unos cuantos metros antes de toparse con un niño que pateaba una pelota de cuero que parecía construida en otros tiempos, o por lo menos así lo creyó él porque a simple vista le pareció fabricada con un cuero grueso y mas pesado. El pibe era rubio como él y a decir verdad muy parecido a alguien que todavía no lograba registrar por la hiriente luz de la tarde.
Un poco mas adelante un viejo sentado en el portal de su negocio lo miraba fijamente con cordialidad, llevaba también un aire demasiado familiar en sus facciones, quizás similar a su abuelo o a su padre, con una excusa lo saludo intentando averiguar donde quedaba la casa de sus parientes a pesar de que conocía el plano de memoria y estaba seguro de que no podía perderse. El anciano respondió con cortesía y después de mirarse un rato a los ojos se despidieron. El ambiente no le resultaba nada familiar pero la gente si. Algo extraño se estaba gestando en aquel lugar, lo sabia bien, una revelación sustancial para su vida latía en cada personaje nuevo que aparecía en las calles de aquel pueblo, pero todavía no lograba descifrar cual era el enigma que rodeaba a estos habitantes. Cada nueva persona que encontraba a lo largo del camino tenía un secreto guardado que creía reconocer y no podía del todo, las mujeres, los jóvenes, todos conservaban oculta una suerte de verdad que no podía dilucidar.
Continuo su camino devanándose los sesos por encontrar respuestas por las calles de tierra cuando la figura de una sombra se le acerco por detrás, esos varios encuentros posteriores que lo llenaron de dudas le hicieron temer ahora lo peor, quizás que le iban a robar, a matar o a descuartizar en medio del campo. Sintió como le volvía aquel leve brote de debilidad que cargaba desde su juventud en su rodilla izquierda, sin embargo camino un poco mas rápido sacando fuerzas y creyó escapar por un estrecho costadito tramposo entre dos casas, que en realidad lo colocaron frente a frente con la que antes había sido aquella sombra funesta. Al instante, una revelación se le presento ante sus ojos, era él mismo quien parecía seguirse o por lo menos una persona físicamente idéntica.
Se detuvo asustado, miles de sensaciones lo invadieron después, se miraron y no pudieron evitar sonreírse, quedarse perplejos ante tal evento de evidentes características figurativas. Después ambos rieron mas fuerte para ahuyentar a los fantasmas y se presentaron mutuamente invitándose un café, se contemplaron largo rato buscándose uno con el otro diferencias y similitudes, así como si de un juego de revista para chicos se tratara, conversando largo rato en una mesa situada en la calle mientras bebían cerveza, porque lo del café como todos saben era solo una excusa, una manera de ponerle un nombre al hecho de sentarse a conversar ya sea en Argentina o en Portugal.
El hombre al fin y al cabo logro descifrar el enigma oculto en toda aquella metáfora: todos en el pueblo se parecían físicamente a él. En este nuevo mundo pudo verse como era en realidad de niño sin que se lo cuenten sus familiares ni se viera en fotos, se ojeo como en un espejo de más joven, logro descubrir aquella trama y reconocerse con alguien de su misma edad, pero lo que mas le impacto fue conocer como se vería si llegara a anciano. Una metáfora al fin y al cabo le trajo aparejado ese viaje, o en otras palabras la capacidad de trasladar el sentido recto de las cosas en otro figurado en virtud de una comparación tácita, y cuando llego la hora de volver a lo habitual lo hizo feliz y agradecido porque este tipo de cosas por lo general no suelen encontrarse en los típicos viajes vacacionales.

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