miércoles, 8 de agosto de 2007

Cuento corto sobre pelos y otros cachivaches.

No entendía aquella costumbre de mamá de guardar los cabellos recién cortados de cuando mis dos hermanas y yo nacimos. Lo mas probable es que deseara conservar un souvenir de sus hijos al nacer, casi igual a cuando uno vuelve de Mar del Plata con esas esculturas espantosas con caras extrañas y ojos saltones que terminan depositadas en alguna repisa con el solo objetivo de juntar polvo. Pero la cosa no quedaba ahí porque su ansia de guardar recuerdos, si es que esa era su ansia, iba todavía más allá de un simple souvenir. El primer indicio de que había algo raro lo note cuando me entere que guardaba tres frascos transparentes en una alacena alta de la cocina con los restos de los tres cordones umbilicales, para colmo unos meses mas tarde descubrí en un armario del living dentro de una caja de zapatos vieja algunos chupetes, mamaderas y los primeros pañales llenos de caca petrificada en pequeñas bolsas transparentes de plástico.
Cada uno de estos elementos estaba perfectamente señalado con el nombre mió o de alguna de mis hermanas, la fecha en que fue registrado y un pequeño comentario adjunto en color rojo explicando de que trataba el objeto, algo así como por ejemplo: "primera caca de Anahi".
Aunque no entienda en absoluto su accionar aprendí a tomarme todo esto con total naturalidad a pesar de no encontrarle significado, para colmo cada vez que me lanzo a preguntarle a mamá sobre el asunto no sabe muy bien que contestar, o quizás prefiere callar el sentido de aquel atípico recuerdo. En cuanto a mí, que me doy cuenta de cómo la incomodo, y a pesar de sospechar que hay algo raro detrás, intento no insistir demasiado en el asunto y me dejo llevar por cualquier cambio de tema para no molestarla. Debe ser que en fondo me causa un poco de gracia imaginar que en un futuro exista la posibilidad de exponer de manera bizarra, en un museo tal vez, los objetos que mamá conserva de mi infancia mientras un grupo de turistas extranjero se quedan atónitos mirando mis primeras heces, buscándoles algún sentido artístico o emocional como el que yo les estoy buscando ahora.
Y pensar que yo me creía un loco por todavía conservar los dos pelos grises que había perdido mi fallecido abuelo Andres en un libro muy antiguo de geografía justo entre la pagina 80 y 81, y que encontré de casualidad cuando hacíamos una mudanza con mi viejo, mi tío Enrique y mi primo Hernán. No hay con que darle che. ¿ Como era que decía aquel viejo dicho.....? ha si, lo que se hereda no se hurta.

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