jueves, 2 de agosto de 2007

Los juegos.

Cuando era chico me gustaba jugar a contar distancias. Cierto día comprobé que camino al colegio había mas o menor 563 pasos que sumados a los 44 y medio que llevan al aula de arriba, por entonces la mía, suman 607, de allí hasta el baño hay 16 largos estiramientos de pierna y 233 trotes hasta el quiosco de la esquina, sin contar la escalera de mármol. De allá a la iglesia unos 250 pasos mas y de ahí a la casa de la chica que me gustaba, Carla creo era su nombre, solamente 2238 pisadas cortas, lentas y llenas de un temor demasiado sin estrenar. Y mientras caminaba con mi metro veinticinco por esas calles hoy casi irreconocibles, quizás pensaba en comprar alguna golosina, seguramente planeaba ir a la tarde a jugar al fútbol con mis amigos o recorrer el barrio en bici. Hace ya muchos años que no veo a alguien armar barquitos de papel con envoltorios de chocolates, servilletas u otros materiales nobles, tocar un timbre y salir corriendo, o hacer durar una apasionante cruzada de escondida por mas de una hora y media.
Parece que llamar por teléfono jugando bromas a un extraño haciéndose pasar por vendedor de avon que entrega premios y remata el chiste con una rima chusca, conducir una bici con los ojos cerrados y abrirlos de cuando en cuando para no caerse, viajar en colectivo cantando una canción, hacer una vertical o recolectar objetos rojos en la calle para pasar la tarde creando una suerte de tesoro, ya no son prioridades para el niño contemporáneo. Lógicamente es así y sospecho, por no decir que reconozco, que soy yo el que se esta poniéndome viejo y quizás un poco nostálgico. Para serles sincero ya no recuerdo la cantidad de tiempo que me separa de mi ultima vuelta carnero en el piso, de la ultima indigestión de caramelos y helado, ni de la aventura de trepar árboles o postes de luz.
Ahora que sentado aquí recuerdo el pasado por el camino aquel de la memoria puedo ver que se acerca a visitarme la razón, como una oscura compañera que me canturrea cosas al oído diciéndome que es lo correcto, lo apropiado para cada ocasión, y justo ahí comienzo a entenderlo todo. Es por eso que garabateo estas líneas tal vez como un ultimo grito de auxilio ante las obligaciones y deberes diarios. Sin embargo, todavía siento una fuerza ajena que en tono juguetón me tienta en la otra oreja y me dice que corra al zoológico a comprar unos copos de nieve, o me escape a alguna de las ultimas calesitas de alguna plaza, me pegue una vuelta por el tobogán y las hamacas y me indigeste con unos cuantos panchos con chocolatada, claro que tomada con pajita para hacer burbujas cada vez mas gigantes. Se que todo esto tiene que suceder rápido, cuanto antes mejor, porque la razón tiene una voz mas firme, se hizo muy estricta y esta punzando cada vez mas fuerte, además si llega a enterarse que estoy dispuesto a realizar todo esto, bueno, la cosa se puede complicar ahora debo aprovechar a desobedecerla sino después pude que sea demasiado tarde para intentar seguir jugando.

No hay comentarios.: