jueves, 2 de agosto de 2007

Como conocí a Laura.

La clave era aceptar el desafió, sumarme a cualquiera que fuera su antojo en ese momento para permitirme ir mas allá de esta realidad, para trascenderla y así superar lo que llaman rutina. Y ojo que no era nada fácil, porque antes de ella esquivar rotundamente las pesadillas, los maleficios y esas ganas brutas de escupir insultos cargados de odio sobre quienes me molestaban me resultaba muy fácil. Su objetivo era móvil y cambiaba tan seguido dependiendo del ánimo, que pronto comenzó a surtir efecto al transformarme en otro, a ayudarme a olvidarme un rato de los viajes en colectivos llenos en verano, de la cara del jefe y las cuentas nunca claras.
Nuestro primer encuentro fue casual, en un bar, ahí se cumplieron rigurosamente todas las acciones necesarias para entablar futuros contactos, se hablo del horóscopo y los trabajos, para no asustarse demasiado y aparentar una normalidad compartida. Ensalzamos nuestras virtudes disfrazando los defectos con algo de elegancia y buen humor y nos despedimos cordialmente, extendiendo las miradas y los gestos como cuando uno se va antes de tiempo de un lugar agradable. Después vinieron algunas certezas, direcciones y teléfonos, cuentas de mail y entornos, estableciendo así mutuamente ambas realidades con un panorama un poco mas amplio. Con el tiempo las largas conversaciones cobraban más color y desaparecía magicamente el fantasma del sueño y el aburrimiento. Todo era interesante. En pocas palabras ella comenzaba a proponer nuevas fronteras y yo me dejaba llevar a sus mundos.
En nuestras salidas nos encontramos en distintos lugares para que me mostrara un poco mas de que se trataban aquellos planetas. Recuerdo que siempre me decía:

- en este lugar hay una dimensión paralela que nos rodea y no la podemos ver, ¿la sentís?

- Si…claro…- contestaba yo sin saber de que me hablaba.

Después se quedaba quieta un rato cerca mió, parecía temblar antes de contarme lo que había sentido, la revelación que ella me transmitía y yo a su lado con todos mis sentidos funcionando no podía siquiera adivinar. Esa primera vez el lugar fue el cementerio de la Recoleta, Laura me leyó un poema hermoso de Borges que hablaba de aquel sitio mientras caminabamos, estaba muy nublado, y yo no estaba en uno de mis mejores días por algunos asuntos laborales que rondaban mi cabeza. Pero ella tiene esa virtud de hacer que en un instante me olvide de todo, de que me transporte al otro lado de la realidad y sea otro que antes no conocía, pero que tal vez andaba por ahí. Ese fue mi primer gran escape junto a ella. Caminamos mucho por aquellos pasillos del cementerio leyendo nombres y recordatorios, mirando sepulturas y estatuas. Todo estaba tan vació esa tarde, no había nadie cerca, ella también lo noto, luego empezó a contarme un cuento que presumo inventaba mientras caminabamos, por aquella extraña manera que había adquirido al hablar. Si quisiera reproducir aquí en esta pagina con exactitud lo que sucedió no podría, y no es nada raro porque esto siempre suele suceder con estas cosas, como cuando un amigo se ríe a carcajadas de algo que le causo mucha gracia y por mas esfuerzo que pongamos, no nos podemos reír como él lo hace porque el sentido ya pasa a ser otro. Sin embargo voy a tratar contar más o menos de que se trataba la historia.
Laura y yo nos perdíamos en el cementerio que se multiplicaba de manera exponencial con cada uno de nuestros pasos y ya no podíamos salir más de ahí. Al principio había esperanzas, buscábamos alguna señal, alguna estatua que sirviera de guía, algún camino conocido, pero nada, ni siquiera las estrellas nos podían guiar ahora que estaba todo tan uniformemente nublado.
De ahora en más deberíamos pensar en vivir en alguna tumba cercana, acobacharnos en el frió y rogar que a los dos nos resultase cómoda. Acostumbrarnos poco a poco el uno al otro, cazar palomas o gatos para sobrevivir y no alejarnos demasiado para no perdernos. Mas tarde, con gran maestría, me hizo dudar de si aun estábamos vivos con algunos argumentos un tanto extraños, pero a pesar de su valentía sin poder evitarlo con mucha vergüenza y miedo, me tomo de la mano muy fuerte. Laura temblaba de nuevo. Me di cuenta que ella también llego a creer lo que contaba y logro convencerse a si misma y así a su vez convencerme a mi. Fue en ese momento donde elimine todo lo racional con lo que cargaba en mi vida, los dos muy asustados nos miramos y no pudimos hacer otra cosa mas que besamos. La mire a los ojos y la abrace fuerte, corrí con ella como rescatándola de aquella pesadilla por uno de los pasillos con extrema firmeza, y la saque del cementerio con mucha dificultad no recuerdo bien por que pasillo.
Ya en la puerta respiramos aliviados al salir, enfrente nuestro nos observaba extrañado un vendedor de chucherias rodeado de la ya acostumbrada realidad. Esta fue la manera que conocí a Laura, después salimos por un largo tiempo, eso si, nunca mas volvimos a ese cementerio porque hay realidades que prefiero no volver a pisar.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Me encanto tu cuento voy a seguir leyendote a medida que publiques, sos groso sabelo...