jueves, 9 de agosto de 2007

Destino y colisión de unos malos habitos. (relato escatológico)

Francisco era un hombre feliz de unos cincuenta años con una panza a cuestas que creció demasiado en los últimos años a fuerza de asados y cervezas, y que además sin darse demasiada cuenta venia recolectando una sucesión de manías o costumbres particulares cada vez que salía a la calle. Las mas molestas de todas eran juntar monedas en los bolsillos del pantalón hasta que estallaran, no tener jamás un pañuelo, cargar una billetera con papeles y otra con dinero y tarjetas de crédito y llevar siempre un par de escarbadientes de metal en la camisa. A pesar de ello se preguntaba a menudo porque no conocía mujeres después de su divorcio, después de buscar e invitar a toda hembra que se le cruzara por el camino.
Pero su suerte iba a cambiar pronto ya que Evangelina, una empleada de la farmacia a la que acudía seguido a comprar aspirinas y otros medicamentos para el dolor de espalda, finalmente acepto su invitación a cenar después de un largo batallar. Con dificultad saco de su bolsillo una de las tantas monedas que llevaba en el pantalón con extremo cuidado evitando que se cayeran el resto, pago las aspirinas y con ilusiones renovadas fue a comprar preservativos a otra farmacia por razones obvias.
Esa noche se preparo distinto, se baño y perfumo con aquel frasquito importado que guardaba para ocasiones especiales, se puso sus pantalones cargados de monedas, sus infaltables escarbadientes, las dos billeteras y la paso a buscar. Hacia mucho calor y el estomago le jugaba malas pasadas en el camino, retorcijones y nervios, mucha ansiedad y el estruendo final inundando el auto, obligándolo a aspirar su propio olor con algo de perverso agrado.
Llego temprano, toco el timbre y espero abajo del edificio sentado en el auto a Evangelina, ella bajo muy arregladita, perfumada también y con un indiscreto maquillaje que la afeaba sobremanera. Como estaban cerca del restaurante dejo el auto estacionado en la puerta y siguieron a pie las cinco cuadras que faltaban.
En el camino aprovecharon para contarse cosas, pero Francisco no escuchaba nada, su estomago volvía a jugarle malas pasadas y entre retorcijones cada vez mas frecuentes se alejaba con cualquier excusa a un rincón para cuando el ruido de algún auto llegara a su máximo nivel pudiera rajarse un pedo aliviador.
Una vez en el restaurante se sentaron en una linda mesita del rincón, Evangelina sonrió bastante y el estomago de Francisco se calmaba a intervalos que le eran muy útiles para conversar mejor y desplegar sus astucias, chistes y demás encantos que solo él conocía. Pero la amenaza seguía latente en su barriga.
Con precaución de no hacer ningún esfuerzo se levanto para ir al baño, ya casi llegando a la puerta, apuro el paso y se rajo otro pedo estruendoso junto a lo que creyó una escapada fatídica de un trozo de sus heces. Entro a un cubículo, se desabotono la camisa y se bajo los pantalones, luego desesperado pateando brutalmente el inodoro vio su calzoncillo en estado deplorable.
El olor comenzaba a expandirse. No podía más y en el mismo momento en que lanzo una maratón de sonidos y excrementos apareció el molesto ruidito de las monedas del pantalón cayendo una tras otra al piso junto a las billeteras, en medio de aquella estruendosa sinfonía.
El baño de repente comenzó a llenarse sospechosamente de agua que provenía del inodoro, recordó aquella patada por el dolor que tenia en su pierna y asumió que fue él quien lo había destrozado por completo.
El perturbador suceso duro mas de tres eternos minutos.
Francisco se quito los pantalones, transpiraba demasiado y le costaba respirar del solo hecho de pensar que alguien podía entrar en cualquier momento, abandono su calzoncillo sucio en un rincón junto a un tacho de basura, se volvió a poner los pantalones, recogió cada una de las monedas mojadas y las volvió a meter en el bolsillo, luego las billeteras, se arreglo como pudo frente al espejo del baño y salio raudamente.
Al pasar por la mesa donde estaba Evangelina muy despeinado, todavía sudado, con el pantalón mojado y la camisa desabotonada, no tuvo el coraje de mirarla, encaro hacia la puerta y nunca mas volvió a verla ni a pasar por la farmacia. Ya llegando a la esquina pensó en como todos esos hábitos tan particulares que venia cargando en la vida habían conspirado tan magistralmente para jugarle una mala pasada en ese baño, entonces se tranquilizo un poco mas, pensó en frió y prometió cambiar. Una vez instalado en su auto miro nuevamente su mojado pantalón, faltaban algunas monedas, que mas da se dijo, busco en el bolsillo de la camisa, tomo un escarbadiente y después de escarbar un rato mientras manejaba el auto se saco una pequeña basurita de choclo que le venia molestando desde ayer.
Se puso contento.

2 comentarios:

Enigma dijo...

Hola que tal, vengo de Blogueratura.com para checar Tu blog, pero viendo que cumple con todo salvo un requisito, te dejo este msg.

Sucede que en blogueratura.com no se dan de alta blog sino tienen de menos 3 meses de vida y publicando, por ello, guardo tus datos y cuando cumplas este detallito, me avisas para darle de alta, ¿vale?

Saludos y cualquier duda el.enigma@gmail.com o blogueratura@gmail.com

Anónimo dijo...

Hola, Diego!!!

Te quería felicitar por tu página, la cuál me parece muy buena...
Me encanta como escribís y me gustaron muchos las fotos que le incorporaste a cada uno de los cuentos y relatos.
Te mando muchos besos!!!

Elizabetha :-).